En su radicalidad, esta distinción conllevaría que el sujeto introvertido se hace extraño al mundo; mientras que el extravertido se hace extraño a sí mismo.
Sin llegar a este extremo, sí se ha afirmado que un niño extravertido tenderá a ser simple de espíritu, sin energía y conformado con la moral (en términos amplios) social.
Del modo contrario, un niño introvertido tenderá a desarrollar su capacidad de vibración interna: sensibilidad y comprensión en profundidad.
Por: CARMEN ÁVILA DE ENCÍO