Si la pregunta es sobre el sentido, debería estar formulada a la inversa. Porque la familia a la que se suele llamar tradicional, esto es, la familia como comunidad estable de marido y mujer abierta a la procreación y que educa a la prole, es connatural a la esencia del hombre y la sociedad occidental cada vez lo es menos.
Sin duda la sociedad en que vivimos ofrece el nivel de vida más alto de toda la historia del hombre: salud, duración de la vida, comodidades y servicios… Pero lo hace a un coste tan alto como sus logros: precariedad laboral y altas necesidades económicas para vivir en sociedad; escasez de tiempo libre; aislamiento y soledad del individuo en las grandes ciudades; pérdida del contacto con la naturaleza; pérdida de los valores morales y del sentido de la trascendencia….
En cambio, dentro de nuestra misma sociedad occidental actual la familia llamada tradicional, o sea la unión estable de un varón y una mujer abierta a la procreación y que educa a la prole, es un deseo arraigado en el corazón de la mayoría de la población. Lo que cada uno deseamos y si lo alcanzamos nos da felicidad es que alguien se comprometa a constituir con nosotros un proyecto de vida… en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza… Del mismo modo, las encuestan muestran que la familia es la institución social más valorada.
La pregunta por tanto debiera ser: ¿tiene sentido la sociedad occidental actual siendo como es el hombre? La respuesta es que las sociedades y las culturas pasan y la esencia humana vuelve siempre por sus fueros. La cultura occidental actual no es el referente en el que debamos medir nuestros criterios, sólo el medio, con sus luces y sombras, en que hemos de formar nuestra familia. La familia sí es un referente.
Ante un caso extremo como el planteado, la única respuesta es que hay que buscar la normalidad posible. Toda situación anómala lo es, como su nombre indica, por déficit de la normalidad debida. Aquí la anormalidad está en que no tenemos tiempo para hacer lo que deseamos, crear familia. Y el bien que añoramos es un hogar.
Pero, los hombres estamos dotados de ingenio para inventar problemas, y también para buscar soluciones a los problemas que nosotros mismos nos inventamos.
Como las circunstancias son diferentes en cada persona, no se pueden dar recetas estandar. Es cada uno quien debe sopesar cómo lograr primero aquello que más valora y luego otras cualidades más accesorias.
Sin duda, la cantidad de tiempo que se emplea en una relación deja un poso en ella que no lo dejan los encuentros menos frecuentes. Perder el tiempo juntos no es una pérdida de tiempo. Produce mutuo conocimiento, confianza, amistad.
De todas formas, como se dice, la política es el arte de lo posible. Y la política familiar es el arte de hacer lo posible para crear familia. Tengamos, pues, sin agobiarnos, el tiempo en cantidad y calidad que sea posible, que seguro que producirá sus frutos.
Sin duda, los valores familiares se aprenden en familia. En el caso planteado nos encontramos con niños que tienen la mínima expresión de familia. Por tanto, su educación dependerá de las personas con las que estén. También esas personas pueden encarnar valores familiares que prendan en el corazón del niño.
Si la relación con el niño a quien se pretende transmitir esos valores familiares no es tan habitual, habrá que recurrir a otros medios que recojan esos valores, tales como escoger un colegio adecuado, campamentos o clubes de instituciones que los encarnen, fines de semana con otras familias, como parientes o compañeros de clase, libros de relatos o películas…
Quizás insistiendo en que un divorcio no es un derecho sino un fracaso. Parece que viene a propósito aquí la fábula de la zorra y las uvas, que como no podía alcanzarlas decía que estaban verdes. O, dicho del modo contrario, insistiendo en lo apetecible del matrimonio indisoluble, que es como un seguro de amor frente a las adversidades coyunturales.
También fomentando la amistad de los hijos y en general de la familia con grupos de personas que compartan nuestro estilo de vida, porque es cierto que todos necesitamos sentirnos acompañados.
Es mejor prevenir que curar. Si pensamos que no deberían conocer algo, lo mejor será procurar que no lo conozcan. Esto supone una restricción de sus fuentes de información indeseables. Si pensamos que la televisión o internet van a alterar la formación de nuestro hijo, lo mejor es que sólo los use en nuestra compañía.
Este proceso también puede lograrse fomentando los medios de formación deseables, como periódicos, libros o revistas de nuestra confianza, cuidando las amistades de nuestros hijos, el colegio al que van, etcétera. También adelantándonos a proporcionarle correctamente la información que presumimos puede obtener con facilidad de modo incorrecto.
De todas formas, si el niño ya ha obtenido la información indeseada, lo único que se puede hacer es poner al mal tiempo buena cara y enderezar el entuerto. Quizás en este caso lo más importante sea ayudar al niño a distinguir los diferentes aspectos de la información recibida: la solvencia personal del que la ha impartido y a quien beneficia que esa información sea conocida; la situación emocional con que ha sido recibida; el tono o la tendenciosidad con que se ha presentado y la cantidad de propaganda que había en la información, y la parte de verdad que tiene. En definitiva, desarrollar el juicio crítico.
La situación presentada está lejos de ser un ejemplo. Más parece un caso de conflicto entre progenitores que recae sobre el niño. En estos casos, aparte de poner por nuestra parte cuanto sea posible para solucionar el conflicto y llegar a acuerdos, lo mejor es presentar al niño mucho cariño, respeto a la otra parte y buen hacer que sirva de ejemplo.
La justicia no es igualdad. Sino tratar de forma desigual a los desiguales. Por eso se dice que la familia es la única sociedad justa, porque se procura dar a cada uno lo que necesita, con independencia de sus merecimientos.
Otra cuestión es que el trato dado a unos hijos sea en detrimento de otros. Esto, a nivel de principios, nunca se lo plantearán unos padres. Si el detrimento es de hecho, la única respuesta es que hay que procurar evitarlo, poniendo ingenio para que nadie quede desatendido.
Pienso que hay muchas razones de tipo secundario para explicar por qué la familia es el lugar idóneo para el desarrollo del ser humano: es el lugar donde mejor puede recibir la socialización primaria, donde va a ser mejor atendido, con mayor cuidado y durante más tiempo, donde va a tener modelos continuos de referencia para aprender y desarrollar sus cualidades, etc. Pero creo que el motivo principal es de otro orden y mucho más profundo. Es el siguiente: la familia es el único lugar donde las personas son queridas por sí mismas, independientemente de lo que valen. A los hijos se les quiere exclusivamente por ser hijos y este es un don que las personas sólo pueden recibir en el interior de una familia. El valor de este don es tan inmenso que modula radicalmente la vida de cada persona haciéndola saber que es única y preciosa. Por eso, la familia es el lugar más adecuado para el desarrollo del ser humano.
Esta pregunta es muy compleja y, sobre todo, muy amplia, porque dentro de los otros tipos de “uniones” caben tantas posibilidades que, para ser un poco precisos, habría que considerarlas una a una. Por eso me voy a centrar en lo que proporciona sólo lo que aquí se llama “familia”, aunque yo prefiero llamarla familia occidental porque es un término más preciso sociológicamente. Pues bien, la familia occidental clásica proporciona:
- Una radical compromiso de vida entre el hombre y la mujer que conduce a compartir la existencia entre el hombre y la mujer de la manera más plena.
- Una de las consecuencia de ese compromiso es la estabilidad familiar con todos los beneficios que tiene para el matrimonio y para los hijos.
- Y uno de los beneficios importantes que se derivan es la plena inserción social de la familia que se convierte en un núcleo de vida y de riqueza (algo, por ejemplo, mucho más limitado en las uniones de hecho).
Es imposible educar a un niño al margen de lo que son sus padres por infinidad de razones, pero la primera es porque ellos son, de hecho, los principales educadores. Además, si se intentara, se crearían con toda seguridad en el niño importantes fracturas psicológicas al proponerle modelos de vida y orientaciones contradictorios.
Descalificar –y mucho menos despreciar- lo que son o hacen los padres es siempre una mala praxis educativa. Hay que intentar educar de acuerdo con la visión de los padres que son los principales educadores. Ahora bien, este principio no es completamente absoluto: tiene límites y si los padres adoptaran actitudes irracionales o inconvenientes para los hijos, habría que intentar resolverlas, llegando en casos extremos a la desposesión de la patria potestad.
No en sentido estricto, de hecho el primer caso clínico de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad se describió hace ciento setenta y ocho años aproximadamente. Sin embargo, hoy existe sobreabundancia de este diagnóstico que quizá no se ajuste a la realidad.
Todos los niños con TDAH tienen dificultades de atención, son impulsivos e hiperactivos, pero el grado de severidad de cada uno de estos rasgos y la prevalencia de uno u otro síntoma es diferente para cada niño.
El niño con TDAH tiene dificultades para seguir las indicaciones y las directrices que se le marcan por su dificultad para prestar atención y mantenerla durante ciertos periodos de tiempo. Y, nosotros tendemos a dar las indicaciones de tres en tres… y añadiendo más indicaciones antes que la primeras se hayan cumplido.
El niño con TDAH no sabe diferenciar “lo importante” de “lo anecdótico” y, por otra parte, tiende a responder a los estímulos más llamativos, que no siempre son los principales.
El niño con TDAH no termina las tareas que empieza por su falta de tolerancia a la frustración y por su impulsividad. Se cansa, decide hacer un descanso y se olvida de lo que tenía entremanos.
La capacidad intelectual del niño puede ser baja, normal o alta, como la de cualquier otro niño. Por tanto, las dificultades de aprendizaje del niño con TDAH no pueden justificarse, en la mayoría de los casos, por una capacidad intelectual deficitaria. Sin embargo, sí está sucediendo a la inversa, niños de inteligencia límite son diagnósticados además de TDAH en lo concerniente a la atención. Pero esto es otro tema.
Porque el niño con TDAH siempre quiere ser el centro de atención, no tolera la frustración y es impulsivo y todo ello genera conflicto en el grupo.
El TDAH es consecuencia, en algunos casos, de un ambiente familiar poco estimulante, caótico y desestructurado. Sin embargo, esto no es lo habitual.
Las dificultades en el aprendizaje del niño con TDAH estriban principalmente en la adquisición y el manejo de la lectura, la escritura y el cálculo. Estos niños, también, manifiestan dificultades para memorizar lo que aprenden y para recordar los contenidos adquiridos en el momento oportuno.
Los datos de las últimas investigaciones apuntan que los niños con TDAH tienen un desajuste bioquímico en el sistema nervioso. En concreto, parece que neurotransmisores como las “catecolaminas” no están aquí bien equilibrados. Este desequilibrio sería el agente responsable de las dificultades que el niño tiene para centrar su atención y mantenerla durante un cierto tiempo, así como la falta de autocontrol y ajuste de su conducta a las demandas del medio.
Ante la situación que me planteas debo decirte que no te desesperes. Es algo que, podríamos decir, está dentro de los límites normales, teniendo en cuenta el contexto socio-económico del que provienen estos niños. Es un cambio bastante acusado, debido a que han pasado de una escasez de recursos a contar con una abundancia que les desborda, por ello tratan de almacenar aquello que se tira debido al temor de no poder contar con ello posteriormente. Es conveniente que intentes desterrar este mal hábito ayudándoles a ser generosos y compartir sus cosas con los demás.
En cuanto a la relación con tus hijos naturales, es necesario crear ámbitos de encuentro (juego, deporte, cine, etc.) que resulten gratificantes para los cuatro e involucrarte para establecer relaciones de amistad entre ellos (aficiones comunes, normas de conducta, risas compartidas, valorar lo positivo de cada uno de los cuatro en público, etc.)
Sí, pero no sin esfuerzo. La mujer de mi edad no tiene referente al respecto ya que nuestras madres no realizaban trabajo profesional fuera de casa y el modelo del hombre no nos es útil porque no somos iguales ni biologica ni psiquicamente, aunque esto no quita que tengamos la misma dignidad y merezcamos el mismo respeto unos y otros.
Para conciliar la vida familiar con la vida laboral hay que ser “laborioso”, saber aprovechar el tiempo, organizarse bien y hacer bien nuestro trabajo profesional. Una vez que la mujer ha demostrado hacer su trabajo profesional bien, con calidad, hay que saber jugar con los horarios para hacer familia (que también conlleva esfuerzo, ingenio, alegría y cariño) y eso se negocia con la empresa. Hoy en día las mujeres tenemos menos obstáculos de los que nosotras mismas imaginamos. Las empresas, ya sean públicas o privadas, quieren profesionales cualificados que realicen un trabajo bien hecho en el tiempo establecido. Se valora más la eficacia y la eficiencia que el hacer muchas horas en la empresa sin rendimiento.
Si. El amor filial conlleva la confianza y la amistad con tus hijos. La educación es un tira-afloja sin dejar que se rompa lo que nos une (que no es solo cuestión de sangre), que es el amor y el cariño que nos profesamos padres e hijos. Para ello hace falta convivir, saber divertirse juntos, tener nuestras confidencias…
Lo que no debe confundir un padre es el amor filial con la amistad. Padre e hijo no son colegas que intercambian opiniones sin más. El padre tiene la responsabilidad de formar a una criatura en un hombre maduro y para ello a veces nos encontramos con situaciones tensas por la falta de vista (dada la edad) del hijo. En estos casos una buena dosis de buen humor y paciencia lo resuelven todo, pero las decisiones en cuestiones esenciales son de los padres, aunque los hijos se enfaden.
Pienso que los adolescentes se inician pronto en el sexo y sin una educación sexual suficiente. Las relaciones sexuales están ligadas a las relaciones afectivas, en concreto al amor entre un hombre y una mujer. Para educar en las relaciones sexuales hay que enseñar a amar y esto significa aprender a renunciar a uno mismo por el bien del otro, a estar juntos cuando las circunstancias que nos rodean son desagradables o cuando el amado atraviesa una crisis laboral, personal o familiar que le hace irritable y antipático. Amar es gozar, pero en ese gozo se sufre y hay que saber ser fiel al amor para encontrar la felicidad plena que uno puede hallar en esta vida.
Por otra parte, no debemos olvidar que la sexualidad tiene varias dimensiones y hoy hemos omitido la de la procreación. La sexualidad entendida como donación lleva al amor y el que ama engendra vida. ¿Están los adolescentes preparados para ser padres?
Las relaciones sexuales sin amor son meros impulsos (hoy inducidos por exceso de alcohol y drogas) que nos degradan y nos hacen perder nuestra dignidad y autoestima.
No. La suegra será lo que uno quiera y espere de ella. Es importante suprimir este tabú de la sociedad actual. Uno tiene que sabérsela ganar y hacer de ella una buena amiga, en tanto que es la madre de tu marido y la abuela de tus hijos.
Para hacer amistad, lo primero es quererlo, lo segundo buscar aquellos puntos de unión en los que se está de acuerdo, hacer planes para pasarlo bien las dos juntas y, por último, evitar siempre quitarla del medio, hacerle el vacío o impedir la relación con su hijo y sus nietos. Si es una mujer demasiado entrometida hablar claro con ella y establecer unos límites que no alteren la dinámica de la joven familia.
La sexualidad desligada del ámbito conyugal y afectivo daña el corazón del hombre pues el cuerpo es instrumento únicamente de placer y la persona, que es algo más que cuerpo, pierde su autoestima y dignidad.
A fecha de hoy, no sabemos si el niño en gestación desarrollará un TDAH o no, incluso antes de los tres años no se puede diagnosticar, aunque presente síntomas de riesgo.
Ahora bien, lo que sí se puede hacer ante estos síntomas de riesgo es actuar de forma sosegada, reflexiva, coherente, jugar con el niño ayudándole a que centre la atención y la mantenga, inculcarle unos hábitos (hora de levantarse, acostarse, comidas, no pasar a una actividad hasta que haya terminado la anterior…), no satisfacer sus necesidades de forma inmediata porque cada vez será un bebe más exigente y demandará más atención. Intentar que acepte las “reglas de juego”, ignorar las pataletas y rabietas, estimularle compañeros de juego en el parque y ayudarle a terminar lo que inicia. Estamos hablando de niños de 0 a 3 años de edad.
Por supuesto, aunque el tiempo que dedique el niño hiperactivo sea mayor para finalizar su trabajo académico y profesional con éxito. El TDAH, hoy se ha magnificado como causa de fracaso escolar como en su día la dislexia, pero ha existido desde siempre y tenemos muchas generaciones de niños con este trastorno (no todos) que hoy son grandes profesionales y personas autónomas, estables y maduras porque han aprendido a convivir con su trastorno y a contener los síntomas. A título de ejemplo enumeraré algunos de los recursos que han desarrollado: pensar dos veces antes de decidir, forzar la voluntad para dirigir la atención en lo que tengo que hacer, volver a la tarea no terminada porque la cabeza no dio más de sí, rectificar ante un comentario inoportuno emitido en voz alta sin pensar.
El TDAH es un trastorno evolutivo, su mayor repercusión es el fracaso escolar y lo que esto conlleva.
A la edad de veinte años el niño TDAH será un adulto (en el peor de los casos) con facilidad para distraerse, dificultad para concentrarse, tendencia a actuar de forma irreflexiva e impulsiva, y todo esto cuándo uno quiere forjar su carácter o el de sus hijos puede corregirse en el transcurso de la infancia y adolescencia.
Los fármacos son una ayuda importante para que el sistema nervioso funcione de forma más eficaz, pero si no hay una intervención educativa por parte de los padres y profesores de poco nos sirven ya que el niño seguirá su patrón de conducta.
El déficit de atención del niño con TDAH es un déficit no de capacidad sino de regular la capacidad atencional hacía la tarea que se le requiere y mantenerla. La medicación indudablemente facilita que el niño centre la atención con más facilidad y mantenga la atención más tiempo. Por otra parte, también nos ayudan a qué sean más reflexivos y menos impulsivos. Pero la eficacia de la terapia farmacológica reside en crear un ambiente estructurado en casa y en el colegio, felicitarle al niño por sus logros de tal forma que al considerarse capaz el mismo disponga sus circuitos neuronales para el ejercicio que debe realizar, insistirle en el autodominio para atenerse a las reglas disciplinarias elementales de convivencia en casa y en el colegio, también en otros contextos sociales como el parque o el club deportivo.
En cuanto a los efectos secundarios, no los hay. Salvo que algún niño en concreto no metabolice correctamente la medicación.