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Los hermanos: convivencia, rivalidad y solidaridad


Los padres, en la actualidad, se preocupan por dar la mejor educación a sus hijos, y no se conforman con satisfacer sólo sus necesidades primarias. Este libro muestra algunos conflictos que pueden surgir de la convivencia entre hermanos, llegando incluso a aparecer la rivalidad en algunos casos. También nos propone algunas pautas de intervención para solucionarlos y llegar a alcanzar un sentimiento de solidaridad necesario para conseguir una buena socialización.

La función de los padres es orientar y ayudar a sus hijos, con la finalidad de conseguir una buena convivencia en la familia. La autora del libro, Elena Sánchez, indica que la familia es la primera escuela de socialización: “los esquemas de comportamiento del adulto son los aprendidos en los primeros años de vida”.

Bossard y Boll señalan algunas contribuciones que la familia proporciona a sus miembros. La necesidad de ser comprendidos o amados, el aprendizaje de habilidades, que el niño utilizará primero en sus juegos y más tarde en los comportamientos sociales, la aprobación de sus logros (mediante gestos, palabras), la adquisición de hábitos, el respeto y la tolerancia.

La autora destaca varios tipos de familias, según el número de miembros que las compongan, pequeña, mediana y numerosa. También analiza por separado a los hijos únicos, los gemelos y a los hijos de padres divorciados. Nosotros vamos a centrarnos en las familias numerosas y en su relación entre los hermanos.

Los niños de familias numerosas resuelven, por sí mismos, pequeños problemas vitales. En el núcleo familiar se comparte todo, incluso los problemas y cada hermano tiene un rol (responsable, sociable, mimado, estudioso, reservado…). Los hermanos mayores disciplinan a los pequeños, son como maestros para ellos. Los hermanos pequeños suelen obedecer más a sus hermanos mayores que a sus padres, porque los ven más cercanos a sus intereses y suelen tener más afinidad con ellos, sin embargo, los adultos normalmente no entienden la psicología de los niños. De todas maneras, los padres deben estar atentos a las relaciones entre sus hijos para que no se produzca un liderazgo excesivo, o un abuso de poder.

Estos niños van a salir mejor preparados para integrarse en la sociedad, puesto que son capaces de establecer numerosas interacciones. Pero en sus interacciones surgen conflictos normales, pero que debemos resolver de la mejor manera posible. El adulto debe dejar a los niños resolver estos conflictos desde su psicología, e intervenir en momentos puntuales.

Estos problemas, a veces, surgen por celos entre los hermanos, dado que los niños sienten que sus padres tienen preferencia por uno de ellos, o que le defienden más, o incluso que le quieren más. Los niños entran, entonces, en una lucha por conseguir el amor materno y agradar a los padres constantemente. Los padres deben evitar las comparaciones y deben expresar amor, para que el niño adquiera seguridad. Si los niños ven satisfechas sus necesidades de manera individual los celos desaparecen.

También puede llegar a surgir la rivalidad entre hermanos. En este caso, los padres deben actuar con cariño y autoridad, dejándose oír. De esta manera favorecerán el desarrollo de sus hijos, consiguiendo atender a sus necesidades.

La actuación de los padres, para que se produzca una buena convivencia entre hermanos, debe ser la siguiente: los padres tienen que acostumbrar a los niños a que la mejor recompensa es la satisfacción por el trabajo bien hecho. Cuando los niños consigan éxitos, en función de sus posibilidades, los padres deben recompensarles con gestos y palabras estimulantes. Además, los padres deben establecer con sus hijos unas normas de convivencia consensuadas y comprensibles. Todo ello favorecerá que la rivalidad desaparezca dando lugar a la solidaridad y colaboración.

Respecto a la solidaridad diremos que no es fácil de alcanzar. El niño tiene que atravesar por una etapa previa. Primero pasa por un egocentrismo en el que tiene que aprender a amarse a sí mismo, para después poder amar a sus hermanos; a su vez, el niño, va adquiriendo su autoestima. Superada esta fase, el infante va viendo las ventajas de tener más hermanos y comprendiendo progresivamente la palabra solidaridad.

En lo referente a la colaboración, los padres deben fomentar la cooperación entre los hermanos. Es conveniente trabajar el hábito de compartir, para ello los padres deben dar ejemplo a sus hijos. En el ambiente familiar se tiene que respirar desprendimiento y generosidad. La meta final es que el niño sea capaz de compartir con sus hermanaos a las personas que ama (los padres).

Para terminar, vamos a señalar, de forma resumida, algunas actitudes sociales, como recursos pedagógicos, que regulan la convivencia entre hermanos:

  1. Los padres deben educar a sus hijos, transmitiéndoles una sensibilidad social, teniendo una actitud crítica con los medios de comunicación.
  2. Hay que fomentar en los niños una responsabilidad, que les sirva para acatar las consecuencias de sus actos.
  3. El respeto, es “la consideración de la dignidad humana y el reconocimiento expreso de los derechos del hombre”.
  4. La empatía, es “la capacidad de sintonizar con la otra persona”, es decir, es ponerse en el lugar de la otra persona. Para ello, podemos hacerles a los niños las siguientes preguntas: ¿Cómo te sentirías si te hubiese pasado lo que a tu hermano? ¿Qué harías tú en esta situación?
  5. El diálogo “supone la capacidad de escuchar y hacer un esfuerzo por comprender”. Aunque no se llegue a un acuerdo no tiene porque que haber discusión. Si los padres dialogan entre sí y con sus hijos, éstos lo verán como algo normal y lo elegirán como forma natural de comunicación con sus hermanos
  6. La solidaridad es “la adhesión circunstancial a la causa”, para que se produzca es necesaria una capacidad previa de empatía. Supone una forma de actuar consciente, crítica, razonada y responsable. Y cuando decide algo se muestra coherente con esta decisión. Por el camino de la solidaridad llegamos a la cooperación familiar y después a la social. La cooperación supone saber actuar en grupo, sin que peligre la individualidad e sus miembros. Cada integrante podrá desarrollar sus ideas, iniciativas y tener un diálogo constructivo. De esta manera, la personalidad individual se ve enriquecida.
  7. El compromiso. Los padres deben fomentar la participación de los hijos en la vida y tareas del hogar. Cada miembro tiene sus funciones y es necesaria la participación de todos. Si adquiere un compromiso en la familia luego le resultará más fácil asumir las responsabilidades en el trabajo e incluso en la vida social.

Los padres son los principales implicados en la educación de sus hijos, pero no debemos olvidar la importancia que también tiene la escuela en la convivencia entre los alumnos. Así, los padres, podrán trabajar este aspecto desde interacciones entre sus hijos con ellos, y entre los hermanos. En cambio, la escuela trabajará la convivencia a niveles más amplios entre educadores y niños, entre niños de las mismas edades y diferentes, creando ámbitos variados, en los que tengan que utilizar distintas estrategias de comunicación.

El trabajo compartido de la escuela y la familia favorecerá que el niño consiga una buena integración en la sociedad.

Por: ELENA SÁNCHEZ

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