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La ópera y los niños


«Érase una vez…» ¡Cuantas historias maravillosas detrás de estas tres palabras que seguramente hemos escuchado y pronunciado muchas veces!. Sin duda, el lenguaje es la primera forma de educación y socialización del niño, después del contacto afectivo cuando son aún muy pequeños. De siempre, al niño le ha gustado escuchar historias; incluso, que el mismo cuento se les repita una y otra vez hasta que lo saben de memoria y son ellos los que te corrigen si por olvido o despiste cambiamos un dato o un personaje. La sociedad actual, con la explosión de medios de comunicación: televisión, video, DVD, video-juegos etc. ha favorecido, desgraciadamente, que los niños se acostumbren a entretenimientos mucho más pasivos que empobrecen enormemente su capacidad de imaginación. A esto se suma también, el escaso tiempo de que disponemos los padres hoy en día para dedicar a nuestros hijos, contarles historias, cantarles canciones, métodos, que no han perdido en absoluto su eficacia formativa y que añaden además la ventaja de fomentar la relación personal y afectiva.

La familia sigue siendo el primer ámbito educativo y socializador, tanto en el tiempo como en importancia. Si pensamos en nosotros mismos seguramente descubriremos que nuestra afición al coleccionismo, a la pintura, a la música o al deporte, se debe fundamentalmente a las costumbres que veíamos en casa; los niños lectores, por ejemplo, salen en su inmensa mayoría de familias lectoras, donde desde muy pequeños se les fomenta el gusto por la lectura; quzá no tanto con las palabras o con una insistencia que en ocasiones puede llegar a ser contraproducente, sino más bien, porque observan a sus padres leer y disfrutar con la lectura, porque les oyen hablar de lo que están leyendo en ese momento y porque viven rodeados de libros, que se convierten en objeto familiar y querido.

Con la música pasa exactamente lo mismo. Inculcar estas aficiones en los niños, cuando aún son muy pequeños es fácil, si se hace de una manera natural y sin forzar. Tan fácil como tener en casa de vez en cuando como música de fondo, piezas sencillas, de tal manera que su oído se familiarice con el sonido de la música clásica. Podemos hacerlo mientras juegan, mientras pintan, sin necesidad de hacerles conscientes de lo que están escuchando. Pero, su cerebro, que es como una verdadera esponja en estos momentos, se va habituando a los acordes de «Las cuatro Estaciones», por ejemplo, sin darse cuenta. Se trata de encontrar piezas sencillas, de ritmo fácil e incluso algo monótono, que además escucharán en algunas películas por ejemplo, comprobando con satisfacción que «esa canción la conocen». Citemos como ejemplos, además la pieza antes nombrada, «La música acuática» de Haendel, «El carnaval de los animales» de Saint Saens, con el que podemos ir explicándoles como la música intenta reproducir el movimiento y las peculiaridades de cada uno de los animales que representa, los ballet de Tschaikowsky, cuyos argumentos seguramente conocen o podemos contarles: La Bella durmiente, El Cascanueces, El lago de los cisnes etc. Y por supuesto la magistral obra de Prokoviev, «Pedro y el lobo», ideal para que vayan conociendo las distintas familias de instrumentos, a través de un argumento y una pieza escrita precisamente para niños.

La ópera es un paso más. Desde el punto de vista artístico, es el espectáculo más completo: música, canto, baile, teatro, escenografía. Sin embargo, no cabe duda de que resulta más difícil para los niños… generalmente también para los mayores. ¿Cuál puede ser el secreto?. Empezábamos recordando el gusto de los niños por las historias, «erase una vez…». Una ópera cuenta una historia, o mejor, canta una historia. Muchas de las canciones que los niños aprenden los primeros años, cantan también una historia. La dificultad estriba en el idioma y en el ritmo lento con que la ópera desarrolla un argumento. Por supuesto también, en que muchos de los libretos de las óperas, no son, ni mucho menos historias para niños. Debemos emplear por lo tanto el mismo método que con la música en general: fragmentos cortos, especialmente expresivos y que probablemente escucharán en otros momentos: la obertura de Guillermo Tell, fragmentos de «La Cenicienta», arias y coros especialmente populares. Si los niños son ya un poco mayores, podemos adaptar a su edad el argumento, narrándolo como si fuera un cuento, muy resumido y evitando datos que no son fundamentales ni adecuados para ellos. Todo, sin olvidar la música que les resulta más sencilla, canciones infantiles de toda la vida, que también educan el oído y la sensibilidad.

Desde hace poco tiempo, algunas casas discográficas han comenzado a editar colecciones, precisamente para fomentar el gusto por la música clásica en general y la ópera en los niños. Para esto último, junto con el disco con fragmentos seleccionados, se incluye un pequeño cuento que resume el libreto. Podemos escucharlo con ellos, al mismo tiempo que  leemos juntos, dedicando poco tiempo, pues los niños pequeños no son capaces de concentrarse mucho tiempo en la misma actividad; además, si percibiéramos que en ese momento no le apetece o está distraído, esperaremos. No conviene imponerlo, porque el niño debe asociar siempre la música a un tiempo de relajación, descanso y disfrute y si es acompañado por alguno de sus padres, o por los dos, mucho mejor.

¿Y cuando podemos llevar a nuestro hijo a la ópera?. En primer lugar, depende de la personalidad del propio niño; hay niños muy tranquilos, aficionados a entretenimientos relajados, capaces de estar quietos bastante tiempo. Pero no es lo habitual. Los padres debemos tener en cuenta que un niño que se aburre en una actividad concreta, puede tomarle manía y que además, el resto de las personas que asisten al espectáculo se sentirán incomodas con el comportamiento del niño. En ocasiones, tanto el Auditorio Nacional de Música como el Teatro Real, organizan representaciones especialmente pensadas para ellos, aunque por desgracia, con poca frecuencia. Pueden consultarse en Internet y en los servicios de información de ambas instituciones. También lo hace la Fundación March. Especialmente recomendables son las actividades que se organizan desde el conocidísimo programa de Fernando Argenta, «Clásicos Populares». Con todo, volvemos al principio, la iniciación musical es tanto más eficaz cuando se lleva a cabo en el ámbito familiar, como ocurre con cualquier otro aspecto de la educación de mis hijos. De este modo, seguro que también muchos padres, se aficionarán a esta faceta tan enriquecedora de la cultura, de la mano de sus propios hijos. No olvidemos, que a los niños hay que enseñarles, pero con ellos y de ellos también se aprende.

Por MARGARITA VALENZUELA

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