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Ilusión, palabra española


Víspera de vacaciones de Navidad. El profesor de lengua propone a los alumnos una redacción sobre los Reyes Magos. Los niños hacen ejercicios como el siguiente:

«Ya he escrito mi carta. La echamos papá y yo ayer en el Buzón de los Reyes. ¿Cómo podrán leer tantas cartas en tan poco tiempo? ¿Y trabajar tanto en una noche? Pero ellos son magos. Tal vez puedan estar en muchos sitios al mismo tiempo. ¿Qué me traerán este año? Estoy inquieto; supongo que no se traspapelará la carta. Nunca ha ocurrido..: ¿Qué pensarán de mí? Papá y mamá dicen que no me he portado mal este año, pero que los Reyes lo saben todo sobre mi persona. Alguna «picia» ya he hecho; espero que no les haya llegado… ¿Qué me traerán este año?».

El sentido tradicional de la palabra «ilusión» ha sido peyorativo hasta el romanticismo español, momento y lugar en que se expresó por escrito el sentido positivo que es hoy más común entre nosotros y, que no existe especificado en lenguas distintas de la española.

El Diccionario de la Lengua, por su parte, define los tres sentidos mencionados de la palabra ilusión del siguiente modo: l. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos. 2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. 3. Viva complacencia en una persona, cosa, tarea, etc. (…).

El segundo de los sentidos mencionados es el que quiero destacar. De acuerdo con Julián Marías son ingredientes de la ilusión, la alegría y el entusiasmo, parafraseando a Pedro Salinas podríamos decir que la ilusión es víspera de gozo. Pero además la ilusión no queda reducida a esto sino radica en el carácter futurizo del hombre. La ilusión es un deseo con argumento y por tanto implica algo que le pasa a alguien y, que afecta a la configuración proyectiva de su vida.

Además de las ilusiones concretas, que no son independientes, ni siquiera sucesivas, sino que están relacionadas de tal modo que forman el argumento de nuestra vida, cabe una forma radical de ilusión como el vivir ilusionado.

En lo que se refiere a los niños y al ejemplo propuesto, el día de Reyes -de tradición en España- no tiene sentido tanto por la materialidad útil de los juguetes -para lo cual no es necesario ningún día en concreto- sino por la ilusión despertada. La ilusión no es una mentira, es una forma de ser feliz. «El ejemplo más fuerte de ilusión es la vida del niño: es la forma propia de ella; un niño sin ilusiones no es propiamente un niño, sino una cría, un cachorro o un adulto incompleto. Creo que esto debería ser un punto de partida de todo trato con el niño, de toda convivencia con él y, por supuesto de su educación.” (MARIAS, J., Breve tratado de la ilusión, Madrid, Alianza Editorial, pág 40).

A continuación propongo algunas orientaciones.

  • Quizá el mejor juguete del día de Reyes sea la ilusión. Al menos, eso es lo que recordamos los adultos. Nos acordamos, mejor o peor, de uno u otro juguete; pero sobretodo de la ilusión que nos hicieron y de la ilusión que vivimos año tras año.
  • Hoy no es tiempo de deseos: estos se solucionan para los adultos con las ventas a plazos y a los niños se les da de todo. El deseo es, sin embargo, un ingrediente humano importante: su persecución es el esfuerzo y su realización es la ilusión.
  • Hay que contar con los niños como niños. Su mundo propio no está poblado de riquezas materiales, sino de imaginación y fantasía.
  • Una infancia feliz no se consigue con la superabundancia de juguetes, sino con amigos, afecto de los padres y sitio para jugar. El exceso de cosas puede ahogar el deseo, la ilusión, la imaginación y la fantasía.

Por CARMEN ÁVILA DE ENCÍO

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