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CÓMO FOMENTAR EL HÁBITO DE LECTURA Y LOS MEJORES LIBROS PARA EJERCITARLO


Que un niño lea es factible, pero que realmente sea lector es algo ya más complicado. Entonces, lo primero sobre lo que hay que reflexionar es sobre por qué es bueno, en la sociedad en la que estamos hoy en día, que un niño sea lector, más teniendo el bombardeo actual: la videoconsola, pasando por el ordenador, la cantidad de videos, juegos, el libro electrónico, el CDRom. Con todo esto, que un niño sea lector, no se qué le aporta, porque puede saber muchísimo con un CDRom, con la informática o con un libro electrónico.

Pues le aporta mucho. Lo primero es que la lectura no es imprescindible para hacer ni un hombre ni una mujer, pero sí para formar una personalidad. No hay nadie que tenga una personalidad forjada, equilibrada, abierta al mundo, que comprenda todo tipo de realidades, que no sea un buen lector. Puede leer mucho o poco, de eso hablaremos después. El buen lector no es el que lee dos mil libros en un año, sino otra cosa distinta. Un buen lector realmente es aquel que sabe seleccionar la lectura, que ha formado su personalidad en la lectura, como parte fundamental. La lectura es una puerta abierta al mundo exterior, por la cual no entran solo conocimientos, sino que a través de la lectura formamos nuestros sentimientos, valores, nuestras ideas más importantes, y sobre todo reflexionamos. Esa es la diferencia entre la TV, el video, la videoconsola, el libro electrónico, etc. Por eso, la palabra que define una buena lectura es reflexionar, y eso lleva a que un niño tenga a lo largo de su vida capacidad crítica, que no sea un autómata que se deja llevar por cualquiera. Fijaos todos, lo que conlleva ser un buen lector. La capacidad crítica es vital, y esto es lo que verdaderamente nace con la lectura.

Otras cuestiones importantes para tener un buen niño lector pueden ser: la capacidad de atención, la capacidad de concentración, que no se consigue ni mucho menos con los libros electrónicos o los CDRom.

A partir de estas ventajas que todos vemos claras, tendríamos que preguntarnos ¿cómo hago yo para que mi hijo sea lector? La forma mejor es el ámbito familiar. Los verdaderos protagonistas de un buen lector son su padre y su madre. Fijaos en todas las biografías de los escritores que están en boga, cada vez que les encuestan y les preguntan como se iniciaron en la escritura, todos contestan que con los cuentos de su madre. Es una cuestión matemática. Prácticamente te lo cuentan todos, y esto es porque el ámbito en el que un niño aprende realmente a leer y a ser buen lector es en el ámbito familiar, pero desde que está casi en la cunita, porque desde cuando parece que no dice nada y hace solo “ro, ro”, en ese momento empieza la capacidad oral, la capacidad de escuchar, y ahí empieza la capacidad de contar. Es decir, hay que contar, contar, contar historias.

Lo que está pasando ahora mismo en occidente es la pérdida de valor de la palabra. En definitiva, estamos dejando de dar importancia a la palabra dada y a la oralidad como palabra.

Antes de seguir en este tema, una pregunta de reflexión: ¿Cuánto tiempo pasáis en vuestras casas hablando diariamente con vuestros hijos en conversación de sobremesa, de tertulia en el salón, sin la TV, sin la consola, etc.? Esta es la base de un buen niño lector, porque para leer mucho hay que escuchar mucho. Uno puede pensar que qué conversación se puede tener con un niño de tres años, y hay que tener conversación, a su nivel, pero hay que tenerla. A su nivel él tiene sus problemas que para él son inmensos. Es como el adolescente, que lo que le pasa es que nosotros vemos que el problema del pantalón del fin de semana no es ningún problema, porque tiene cinco más o diez o doce, y sin embargo para él es un problema porque el pantalón que quería exactamente es el que no se puede poner porque hacía juego con algo concreto. Yo os diría que os planteéis horas de conversación; aunque sea 10 o 5 minutos. Y ahí, en ese sistema es donde hay que empezar a contar cuentos a los niños. No podemos pedir que los lean si antes no nos hemos habituado con ellos a contar. El sistema “¡Niño, quita la tele y ponte a leer!” debe ser tachado del lenguaje de cada uno. Nunca podemos decir semejantes cosas, porque entonces el libro se convierte en el instrumento de tortura. Hay que sacrificarse un poco y dedicar un tiempo al día, cada dos días, o a la semana.

No es necesario que uno tenga la obligación de contar cuentos todos los días, porque habrá días que eso es imposible en nuestra vida diaria.

No todos me los tengo que saber, ni todos los tengo que leer. No puedo elegir el peor momento cuando está toda la casa en ebullición, porque entonces el cuento para mí es otra tortura, y mis hijos tienen que ver que yo disfruto con el cuento cuando se lo estoy contando. Es difícil, pero hay que conseguirlo. En las familias donde hay alguien entusiasmado con los cuentos, los hijos son lectores desde el comienzo, y luego van despertando poco a poco a otro tipo de lectura.

Me gustaría que pensarais en esto, y sobre todo en la imagen que transmitís cuando tratáis de contar algo a los niños. Pensad que debéis ser cordiales, afectuosos, porque esa es la carga afectiva que lleva un cuento, que es la que realmente te acaba cubriendo en la vida, la que te lleva y la que atrae a la lectura. Cuando un libro te repele, bien porque sea agresivo, bien porque te está haciendo daño de una manera violenta a tu sensibilidad, evidentemente das un carpetazo y lo dejas. Por eso el libro tiene que ser transmitido con un aspecto positivo. Vosotros pensad qué momentos tienen vuestros hijos para enfrentarse con los libros: la escuela. Y la escuela casi siempre va cargada, en este aspecto, de una forma negativa, porque los libros imponen y no nacen de la voluntariedad, que es desde donde realmente tendrían que nacer y desde donde hay que conseguirlo. Por eso, dónde nace la voluntariedad: en casa, en exclusiva.

Cuestión importante es: dar importancia a la palabra. En casa diariamente, lo que se dice, cómo se dice, a quién se dice. Si los niños aprendieran esto después es muchísimo más fácil que consigan leer bien. Si os habéis fijado, la mayoría de nuestros hijos tienen un problema: no leen porque no entienden, y no entienden porque su nivel de vocabulario es ínfimo, cada vez más bajo. Esto es porque una cosa es el vocabulario activo y otra es el pasivo. Una cosa es el que yo uso, y otra es el que comprendo, aunque no uso. Ese vocabulario activo está cada vez más bajo.

Estas son las claves para hacer un niño lector desde pequeño. Pero también os quiero aclarar que, independientemente de esto, puede haber otras dificultades en las que yo no me voy a meter. Dificultades de tipo psicológico o, incluso, dificultades de aprendizaje.

Hacer un niño lector de 4 ó 5 años, cuando es pequeñito, pasa por el ámbito familiar, por la oralidad, por el cuidado de la palabra y por vuestra afectividad a través de los libros. Así de claro y de sencillo.

Ahora yo os voy a dar unas cuantas pautas, más que listas, con las que hay que ir a una librería.

La primera cuestión: conocer muy bien para quién vamos a comprar un libro. Todos los hijos son distintos. Sus aficiones completamente diferentes. A la librería hay que ir con paciencia y con tiempo. Fundamentalmente, que sean atractivos de formato, y no es bueno que los niños se encuentren con primeros libros tocho, de los de volumen, de los que pesan, porque hasta incluso físicamente no pueden. Los niños, cuando están en los primeros años, tienen que tener libros manipulables, de los que se pueden romper, mascar, de los que se tiran en la bañera, de los que flotan. Que tengan mucho dibujo y poca letra, que sean atractivos. Evidentemente, todos estos libros tendrán un precio desorbitado, pero son libros en los que las editoriales están haciendo un gran esfuerzo, lo están haciendo en general muy bien, y son libros que los hacen personas expertas en pedagogía. Con cierto atractivo literario, pero la carga es más pedagógica que literaria, casi todo son símbolos, etc. Son libros muy pequeñitos pero que para ellos son importantes. En este tipo de libros entran los troquelados, que les suele gustar muchísimo: son libros que se mete, se saca, se abre una ventanita, se cierra.

Que sean positivos, y por supuesto, libros que transmitan una estética. Estamos en una cultura de lo feo, en la que se lleva mucho lo anarco, lo macarra. Entonces, los libros tienen que transmitir por sí solos un valor estético, de cuidado, que es importante.

Yo también os diría que es bueno que los libros no siempre tengan moraleja. Es bueno que transmitan valores, pero no siempre es bueno que enseñen algo. Los cuentos son historias en sí con un valor por sí misma. Que ese valor por sí mismo, como la vida, está en la historia y en lo que cuentan, no en que siempre aquello sea didáctico, porque entonces los niños llegan a pensar que es que mamá me adosa un cuento para que me aprenda lo que tengo que hacer. En un cuento es suficiente que se transmiten valores estéticos, una buena forma de redactar, un valor en la palabra, un sentimiento, una afectividad. Y a veces, muchos de ellos si son positivos, tendrán una moraleja, pero no es algo imprescindible. Y no hay que buscar aquello que sea meramente didáctico, porque para la didáctica ya tienen el colegio.

Ojo con los clásicos. Los clásicos a veces son muy duros, y dependiendo de qué adaptaciones tengan, podemos tener clásicos para adolescentes, clásicos para los pequeños. Pero hay que tener cuidado, porque tienen que estar muy bien adaptados para que los niños de hoy en día los entiendan.

Por último, hablaros de lo que es un libro electrónico y el CDRom, que en ningún momento pueden sustituir al libro que tenemos en nuestra biblioteca, aunque si puede ayudar. Tanto el CDRom como el libro electrónico son una realidad. Pero el paso que hay entre la informática y el placer de la lectura no se consigue a través del CDRom ni del libro electrónico. Es decir, la lectura implica una reflexión personal que no está en la informática.

En todo esto yo os diría muchísima perseverancia. Perseverancia y paciencia, que es lo que los filólogos solemos recomendar. El filólogo se debe al texto, y el texto es algo de paciencia, de muchísima paciencia, en lo que hay que penetrar poco a poco. Es paciencia y perseverancia para contar, para escuchar y para hablar: CONTAR, ESCUCHAR Y HABLAR.

Martínez Carro, Elena. Conferencia impartida en el despacho de la Dra. Carmen Ávila de Encío.

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